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martes, 6 de agosto de 2013

Objetos perdidos buscan su hogar

No es investigadora, ni trabaja en una lavandería pero aun así semanalmente tiene a su cargo decenas de prendas de vestir que debe doblar, ordenar y guardar, no sin antes haberles hecho un trabajo investigativo que pretende dar con el paradero de su dueño.

A sus manos llegan documentos de toda clase, bolsos, sacos, chaquetas e incluso pantalones, zapatos y hasta calzones que enamorados, despistados, olvidadizos o embriagados dejan en nuestras casas semanalmente y ella debe, cada lunes o martes, arreglar, doblar y guardar con esmero y celo, con el objetivo de garantizar que, cuando el despistado o la despistada aparezcan, todos los bienes sean devueltos a sus propietarios en perfectas condiciones.

Pero las prendas de vestir solo forman parte del extenso grupo de objetos perdidos que Zamar Castellanos, coordinadora de Objetos Olvidos y Traspiés de Andrés®, recibe cada semana. Dentro del listado figuran teléfonos celulares, cámaras fotográficas, sombrillas grandes y pequeñas, paraguas de los buenos y de los no tan buenos, juguetes importados y muñecos criollos, documentos, coches, gafas de sol y gafas medicadas, joyas, billeteras abultadas y otras desocupadas, carteras, estuches, entre muchos otros objetos que muchas veces jamás son reclamados.

Objetos que buscan su hogar

La juiciosa tripulante debe reunirse con Andrés, Gaviero de la Nave, de cuando en cuando y juntos escogen entre los objetos que nunca fueron reclamados para que formen parte de la decoración del Paraíso Pagano.

Gafas, collares o cámaras fotográficas son entregadas a César Castañeda, director de taller del Ministerio de Obras Públicas y Factorías, para que él y su grupo de colaboradores del Taller busquen un lugar que adopte los nuevos objetos, convirtiéndolos en los ambientes de nuestra casa, colgados del techo, pegados a una columna o fijados en la pared o simplemente por ahí.

En cuanto a la cantidad de prendas de ropa que no son reclamadas, éstas permanecen un mes en la bodega de nuestra casa y después de ese tiempo son clasificadas entre ropa de niños y prendas de adultos y son enviadas a Stella, la musa de don Andrés, quien les da feliz término al repartirlas en diferentes fundaciones.

Si se mojó es porque su sombrilla olvidó
Una sombrilla, una historia

La historia de esta sombrilla, de cuya marca su dueño no quiere acordarse, comienza en las manos de un feliz comprador, que seguramente la adquirió en días de lluvia en la fría Bogotá; tiempo después, el despistado propietario visita el Paraíso Pagano y deja su infalible protección de invierno en la puerta de nuestra casa. Allí comienza una nueva historia para este objeto.

Luego de enrumbarse, disfrutar de nuestra casa, deleitar su paladar, bailar hasta perder la razón o tomar algunos traguitos de más, el dueño de la bendita sombrilla orondo se va –olvidando en la puerta del Restaurante Locombiano su amada protección contra el H2O.

Los guardianes de nuestra casa, colaboradores responsables de velar por la seguridad del Hogar Encendido y sonreír a nuestros comensales en la entrada, entregan todas las sombrillas que se olvidan en la puerta a Zamar y ella, después de revisarlas, inventariarlas, guardarlas, fotografiarlas para Facebook y de cuidarlas durante dos meses las envía al Taller.

Valentino es el nombre que más se repite entre las sombrillas, el negro el color preferido de los olvidadizos. Las hay grandes, pequeñas, medianas, bonitas y no tan bonitas. Pocas regresan con sus dueños, pues casi nunca regresa el olvidadizo por la sombrilla y esta pasa a hacer parte de la historia de nuestra casa.

Cuando mire el cielo andresiano seguramente podrá ver más de una sombrilla colgando resignada al olvido del ingrato al que un día le evitó una pulmonía. Pero en este Paraíso Pagano no las condenamos al olvido, las condenamos a vivir para siempre entre nuestros recuerdos.

1 comentario:

  1. perdí un arete en agosto del 2018, ahora regresé a Chía y quiero saber a quién pregunto por mi arete. Tengo el compañero para identificar el pedido. Gracias. Genial El Megáfono!

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